Entonces la vi, entre el jabón baja espuma y el suavizante de ropa pude observar su esbelta figura, con el cabello castaño, una remera que se le ajustaba al cuerpo y un short más corto de lo usual, que me sorprendió al principio pero luego me di cuenta que no era nada raro usarlos tan corto debido al sofocante calor que hacia. Aunque todavía seguía de espalda hacia mí y no podía ver bien su rostro, no me importaba por el momento… La vista era espectacular.
No sabía si gritarle “que hermosas curvas y yo sin frenos” o algo por el estilo, aunque mi subconsciente ya lo hacía. Solo imaginaba alguna forma eficaz de acercarme a ella y entablar una conversación, debería de usar “la regla de los tres segundos” según la cual solo hay que contar hasta tres y lanzarse hacia lo desconocido con total confianza y sin pensarlo demasiado, pero por otro lado como un buen guepardo que caza a una gacela en la sabana África sabía que esperar el momento justo para atacar era lo más indicado. Ya esta decidido eso haré, pero… ¿Qué le diré? Tal vez si fuese y le preguntase “¿Un día bastante caliente no?” ¡No! que absurdo, con algo así saltaría a la vista que el único caliente soy yo… tendría que hacer algo más adecuado al momento, veamos estamos en una ratonera… digo en una lavandería… Mmm… ya sé sería algo como “¿mucha ropa para lavar he?” mal de nuevo… Solo lograría que pensara por lo bajo “que observador” en forma sarcástica desde luego.
A pesar de tantas dudas y malas ideas, por fin elaboré una que merecía un premio, aunque sea solo por el esfuerzo y no por la brillantez de la idea en si. Me dirigiría hacia ella sin mirarla demasiado, o como quien dice haciéndome el tonto, y observaría alrededor dando pequeños golpe de vista a discreción como buscando algo, me pondría a su lado y finalmente con un gestito de manos que me ayudasen exclamaría sorprendido al aire “¿pero será posible que me olvidase el jabón?” Si, eso debería bastar para provocar una reacción en ella, para que se apiade de una pobre alma torpe y olvidadiza y me diga con una dulce voz “te regalo un poco de mi jabón, sí quieres…” Y lo demás sería pan comido hasta para el caballo más lento de la carrera.
¿Pero…-de la nada me entró un escalofrío por la espalda que la recorrió de punta a punta y me invadió la incertidumbre- que pasaría si no provoco ninguna reacción en ella y solo sigue lavando su ropa sin dirigirme la palabra? Quedaría como un verdadero tonto, no es que no lo sea, pero allí se haría evidencia de ello. Estaba aterrado, no sabía que hacer… Pero como quien olvida que su billetera no esta en los bolsillos del pantalón y luego se palpa el bolsillo de la camisa y la encuentra allí, del mismo modo, encontré una solución. Recordé el refrán “Si la montaña no va Mahoma, Mahoma va hacia la montaña” en este caso si ella no me ofrecía el jabón, yo se lo tendría que pedir gentilmente.
Encaré cabizbajo como un condenado caminando hacia la horca y esperando que ocurriera un milagro, fui y antes de que pudiera decir algo mire hacia arriba y ella ya no estaba. Se había marchado, mierda.
Entre puteadas y reproches a mi mismo no fui lo suficientemente cauteloso con mi brazo al darme la media vuelta y golpeé una caja de jabón que había allí y se cayó al piso. Cuando me dispuse a levantarlo pude ver que había algo dentro de la maquina, ¡se había olvidado un pantalón! Inmediatamente lo saque y lo puse ante mi como si fuera algún trofeo o premio de consolación al segundo lugar.
Dejé a mis dedos correr libremente, ya era costumbre hurgar en los bolsillos de los pantalones. No es que buscará algo en particular por eso me lleve una sorpresa cuando encontré un papel humedecido y al borde de desarmarse, mi curiosidad lo desdobló con la misma paciencia y cuidado con la que se jugaría una final de ajedrez. En él había escrito en una tinta azul una dirección, aunque un tanto borrosa y la tinta medio corrida igual se podía leer una dirección.
“¡No esta muy lejos de acá!” dije en voz alta sin darme cuenta que todos allí me miraban raro, pero no me importaba, además tenía muy ocupada mi mente preguntándome a mi mismo ¿En verdad se habrá olvidado? ¿Será esta su dirección? ¿Estaría bien ir? Sería la excusa perfecta pero… ¿Me creería? Cuando me presente en su puerta ¿No pensará que soy un loco psicópata que le gusta revolver la ropa ajena? Además cuando pregunte donde conseguí la dirección ¿debería decirle que hurgué en los bolsillos? Claro todo eso si es que esa es la dirección de su casa… pero… ¿Qué pasaría si es la casa de sus padres? O de algún ex, o peor aún, de su novio actual. ¡Que cagada!