Los rayos tímidos del sol que parecían escaparse de entre un manto de cielo gris, irrumpían en la habitación y amenazaban con perturbar su sueño eterno. Al final lo lograron. El se despertó como cualquier otro día, se levantó y observó desde su alcoba el interminable bosque que yacía inmóvil a pesar de la fuerte brisa de otoño que azotaba las hojas ya inmersas en una especie de danza suicida para llegar donde las demás, al suelo, y alfombrar el bosque de un tosco naranja-amarillento.
Sus pesadillas a medio recordar lo atormentaban, o tal vez fue la desazón de no recordar nada de la noche anterior, o de hace 2 semanas, mucho menos de años atrás. La desesperación invadió su cuerpo seguido por una helada sensación que recorría su espalda de punta a punta dando lugar al inicio de la paranoia. Sus pensamientos fueron interrumpidos por fuertes golpeteos y gruñidos que venían de la planta baja de la casa. Su corazón palpitaba más rápido, quería escapar de su pecho, de alguna forma conocía ese sonido, pero por una suerte de paramnesia no podía recordar; y entre más rápido latía su corazón más se inundaba éste de terror y miedo sin razón aparente.
Bajó las escaleras pegado a las barandas laterales, como si fueran sus muletas pues sus piernas comenzaban a fallarle, y con la mirada fija en la puerta principal semi-abierta, vio como marcas de arañazos y manchas de sangre adornaban el pórtico. Bajó las escaleras como pudo. Lleno de miedo. Miedo que solo era comparado con el terror de tratar de imaginar que es lo que podría haber del otro lado de ese viejo pedazo de madera magullado.
Ya no sentía sus piernas salvo por un pequeño hormigueo que comenzaba a desaparecer, estaban paralizadas como casi todo su cuerpo, pero por algún extraño deseo de curiosidad, o de fuerza mayor, se arrastró hasta la ventana más cercana y a falta de altura estiró su cuello lo más que pudo para reposar sus ojos sobre el vidrio empañado. Pero no pudo ver más que una sombra monstruosa, y calló estupefacto al suelo, frente a la puerta entre-abierta, solo podía mirarla con gran sacrificio pues cada pestañeo le resultaba un esfuerzo sobre-humano. De repente el suspiro helado del viento escucho sus deseos -o sus últimas plegarias- e irrumpió furiosa sacudiendo la puerta que comenzó a abrirse de par en par, sus pupilas se dilataban cada vez más conforme se abría lentamente la entrada hasta quedar cegado por un resplandor blanco que poco a poco comenzó a disiparse. Entonces pudo divisar la monstruosa sombra que luego fue tomando forma hasta que bajo una tenue luz se dibujó su silueta con un extraño pelaje grisáceo enrojecido en algunas partes por la sangre que salpicaba mientras despedazaba trozos de carne a mordiscos con sus fauces. Entre mordidas y gruñidos, la criatura, se movió a un lado elegantemente como invitándolo a ver lo que tenía entre sus garras, horrorizado aún más de lo que estaba, con sus ultimas fuerzas miró con desconcierto y reconoció los andrajos que había dejado la bestia: Era su propia ropa. Y él se desvaneció en la nada.
lunes, 27 de agosto de 2007
Ocaso de Otoño
KRAMER -----------> 11:28:00 a. m.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Sos muyyyy rarito...xD
M das miedo :p
Xo sos relindo!!! ^^
Un kiss enorme!!
Muy bueno, te agrego a mi Reader así no pierdo de vista el blog ;)
Tenés MUCHOS errores de ortografía, y éso "devalúa" un poco tus escritos.
Pero felicidades, captás la atención rapidísimo. Son muy buenos escritos.
Saludos.
Publicar un comentario